La línea de perturbación del rostro íntimo y el cuerpo de los animales afirma que la experiencia humana está mayormente restringida, como una máscara que es incomprensible y psicológicamente compleja. Al pensar en lo salvaje de la naturaleza estamos llenos de asunciones. Proyectamos un malestar, una respuesta a lo que entendemos como primitivo, sin restricciones e incluso peligroso. La cara domesticada, nuestro rostro, es un espejo que refleja la seguridad y el crecimiento. La emoción queda atrapada en los ojos, la boca, la inclinación de la cabeza. Una vida, con su historia particular y única, que nos mira a su vez. Esta una parte de la declaración que hace Kate Clark como artista.
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